París era cualquier cosa menos una fiesta. Paseamos por Pigalle, entre luces de neón y juguetes eróticos. Tantos años hablando del Moulin Rouge y pasaste ante él con la vista clavada en el suelo. Algo no marcha, me dije convencido. Y ese triste presentimiento se hizo certeza al ir a cruzar la calle dándole la mano a un cello. Al final tenías razón. Nunca te presté demasiada atención.
Letras y neón y un sin sentido sin atención.. Buen micro.
ResponderEliminarEso no puede suceder en París...
ResponderEliminarY un beso, claro.
ResponderEliminarPotente mensaje en pocas palabras
ResponderEliminarPotente mensaje en pocas palabras
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