Hojas muertas

En la hora incierta del amanecer,
incierta luz lechosa, borrosa de humo,
ahíto de alcohol barato y amor de pago,
mujer por momento húmeda y fría,
por momentos distante,
camino entre las calles mojadas de manguera y orínes,
sin más brújula que el siguiente bar insomne.
Solo bebo ya para ser yo,
para espantar este oscuro pasajero que llevo por mochila,
para no tener que dormir en una cama que me es ajena,
para no dejarme vencer por la locura.
La ciudad despierta
Mis tacones resuenan, sístole, diástole, tic, tac, en mis oídos.
Un bourbon, otro bourbon hasta perder el habla.
Bajo al Metro como Dante buscando a Beatriz,
procesión de almas muertas en el primer tren de la mañana.
Nietzsche en mi bolsillo, Dios ha muerto.
Dormir, dormir para acallar estas letras
que de mis dedos caen como hojas muertas.