domingo, 11 de enero de 2015

El cebo


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Lo fácil hubiera sido tapar el agujero que se había abierto en el zócalo de la habitación. Pero una especie de morbo insano me movió a colocar una trampa de supermercado para hormigas. La etiqueta decía que el insecto entraba en la cajita, comía del veneno y al volver al nido, envenenaba el hormiguero.
Cómo habían conseguido introducirse en mi casa era una de las cosas que más me fascinaban de estos bichos, Qué fantásticos y delirantes laberintos habrían excavado para, finalmente, ir a dar a mi habitación. Así que me senté a esperar el momento en que empezara el banquete.
Las primeras hormigas no tardaron en aparecer. Entraron y comieron para luego introducirse en la hendidura que habían abierto en la pared. Pero para mi sorpresa, empezaron a salir en tropel muchas más. Repetían el festín y se retiraban a su madriguera. Eran muchas, demasiadas, y empecé a preocuparme. No habría comida para todas y cuando acabaran el cebo sería difícil hacerlas regresar al inframundo del que provenían.
Decidí que era el momento de aprovechar tal manifestación para acabar con el mayor número de ellas a la manera más tradicional: insecticida y suela de zapato para las que agonizaran. Así lo puse en práctica y desencadené sobre ellas un nuevo Verdún. Pero de aquél infernal agujero seguían saliendo. Y cada vez de mayor tamaño. Algunas de ellas tenían el grosor y la longitud de mi dedo índice. Pensé que eran las reinas, pero no cuadraba con los que sabía de su comportamiento. No daba abasto ya con las que había. Estupefacto vi que otro tipo de insecto había trepado por mis cortinas. Aquello debería ser el paraíso de un entomólogo pero para mi tenía ya el aspecto de una pesadilla. Decidí que era el momento de dejar su exterminio a un profesional. Retrocedí hasta la puerta y al agarrar el picaporte, algo blando y abominable se adhirió a mi mano, algo frío y viscoso. La puerta parecía haber cobrado vida de la cantidad de parásitos que albergaba. El zumbido se hizo audible. Grité, pero de mi boca no salió un solo sonido. Y me desmayé.
He despertado en este hospital desde el que redacto mis últimas voluntades. Se que voy a morir y que será una muerte horrible. Ahora soy yo el cebo y dentro de mi albergo infinitas vidas que, al despertar, se nutrirán de mi. Una voz interior, un zumbido apenas, me dice que es el inexorable ciclo de la vida.

10 comentarios:

  1. Joooohhhh, un cuento que no deja indiferente al pensamiento, lo obliga a pensar. Cadena alimentaria, cliclo de vida...
    ¡Felicidades, gracias por compartirlo, he disfrutado leyéndolo! ¡Suerteeee!
    Feliz domingo. Un abrazote :)

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  2. Espeluznante y ameno relato. Logra que te pique todo el cuerpo. Me gustó la elección de aquella frase para el comienzo. Saludos.

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  3. Muy bueno, Fernando. El cuento atrapa como un millón de hormigas. Me gustó mucho. Un nuevo Gregor Samsa ha nacido (y ha muerto).
    Abrazo.

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  4. Me ha gustado. Los insectos nos someten tanto al terror como al asco.

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  5. Hola Fernando.
    Que pesadilla la que estás viviendo.
    ¿No me dejas nada en el testamento?
    ja ja ja.
    Me ha encantado.
    Un gran abrazo.

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  6. Muchas gracias a todos por vuestros comentarios, amig@s. Pretendía reflejar que el más grande de los terrores nace de nuestro interior, como los insectos de ese nuevo Samsa, como bien apuntas, Federico. Los monstruos no están fuera, sino dentro de nosotros. Abrazos y besos.

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  7. Insectos y parásitos!! Da mucho miedo cuando son plaga. No te dije pero tuve el otro día una arañita en la oreja. Un fuerte abrazo Fer y brutal

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  8. Un relato estupendo que apela a uno de nuestros miedos más viscerales. La verdad es que no quisiera compartir experiencia con el protagonista!!

    Gracias por los escalofríos :P

    Un abrazo!!

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  9. ay!! si eres el cebo! te comeran enterito y estos a su vez,a quien alimentaran?tu relato me dejo con esa cosquillita ,que me da cosa, no hay insectos en mi casa..una que otra telaraña en algun rincon detras de mi espejo, pero salí y me he quedado mirando en el patio hay un orificio chiquito en la esquina de la pared a ras de el suelo...mmmm lo miré fijamente...le puse una piedra para que no entrara ni saliera nada:(

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  10. Un delirums tremens literario urticante. El relato muy ameno y correcto. BRAVO Fer!

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